lunes, 18 de julio de 2011

Frente Amplio


Ezra Shabot

La idea de que únicamente una alianza panista-perredista con un candidato de enorme arrastre, aunque proceda del PRI, puede derrotar el aparato tricolor, se consolidó como realidad a partir de las elecciones del pasado 3 de julio. Si bien es cierto que esto es válido para elecciones estatales, y no necesariamente para la presidencial, la apabullante victoria priísta basada en su imponente aparato electoral, ha puesto en estado de máxima alerta a las dirigencias nacionales del PAN y el PRD ante la posibilidad de que este fenómeno se repita en el 2012.

A estas alturas, todavía se ve imposible la concreción de una alianza entre la izquierda y la derecha para enfrentar al PRI el próximo año. Sin embargo, la amenaza tricolor creció de manera descomunal, al grado de que incluso dentro de las filas priístas hay quienes consideran que “se les pasó la mano” en la movilización partidaria. Además, el triunfo de Peña Nieto también removió las estructuras dentro de su propio partido, de tal forma que las afirmaciones de Moreira en el sentido de reintegrar a Elba Esther Gordillo al PRI, fueron rechazadas de inmediato por el grupo de senadores encabezado por Manlio Fabio Beltrones, en lo que aparece como el principio de una difícil negociación para conseguir una candidatura de unidad en este partido.

En el PRD, el primer paso para definir estrategias aliancistas a futuro está en consolidar la candidatura de Marcelo Ebrard y evitar la ruptura con AMLO, lo que se antoja imposible. En todo caso queda claro que Ebrard es la única ficha con la que cuenta el partido para presentar una alternativa competitiva, lo otro, la rendición ante López Obrador, sería regresar a la marginalidad política. Si finalmente Marcelo consigue su objetivo, y los panistas impulsan un candidato o candidata con un perfil ganador, el juego de las encuestas iniciales previas a las campañas será determinante para el futuro inmediato de una posible coalición antipriísta a nivel nacional.

Un Peña Nieto que comience con un margen de ventaja mayor al 30% ante su más cercano competidor, será un catalizador de la idea de un “Frente Amplio panista-perredista” que pueda evitar el retorno del PRI al poder. Además, esta eventual alianza estaría también esperanzada en apoyarse en las fisuras priístas derivadas de los grupos excluidos del proyecto peñista. La referencia es clara, estamos hablando de un Manlio Fabio Beltrones que abiertamente ha cuestionado la “cargada” y el “tapadismo” que el aparato electoral de Peña Nieto ha desatado como consecuencia de la euforia triunfadora mexiquense.

Si la inercia priísta no es contenida por los propios liderazgos del partido, el choque entre los dos precandidatos puede repetir un escenario similar al del 2006, donde los “antimadracistas” colaboraron de una u otra forma en el cerrado triunfo panista. Es cierto que en este caso, la alta posibilidad de triunfo en la figura de Peña Nieto reduce sustancialmente los riesgos de ruptura, pero si el aparato partidario inicia el proceso de aplastar y excluir a los sectores ligados a Manlio, los desprendimientos comenzarán a producirse. Y es que el PRI carece de una estructura institucional capaz de procesar democráticamente disputas internas.

Y es una vez más en la posible escisión priísta, abierta o encubierta, donde se centran las posibilidades de una alianza amplia cuyo objetivo principal sería evitar el retorno del PRI de Peña Nieto al poder. En esta opción hoy todavía difícil de imaginar, es donde personajes de distinto signo como Marcelo Ebrard, Josefina Vázquez Mota y el propio Manlio Fabio Beltrones empiezan a pensar en un Frente Amplio capaz de vencer a la maquinaria priísta que en este momento sigue festejando sus triunfos estatales, confiando en la popularidad de un candidato que no ha comenzado a recibir los golpes bajos de la campaña presidencial. La apuesta del Frente Amplio es hoy lejana, pero no imposible.

Una columna de Ezra Shabot Askenazi, para El Universal.


Sobre el Autor:

Ezra Shabot Askenazi es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública, estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, obteniendo el título de Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública.
                       
Analista político y catedrático universitario con 22 años de trayectoria en la Universidad Nacional Autónoma de México, editorialista del periódico Reforma y colaborador de la revista Ejecutivos de Finanzas, publicada por el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, así como de la revista Poder y Negocios. También escribió sobre asuntos del Medio Oriente en el periódico El Nacional.

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EL PRI NO TIENE PRISA

Ricardo Alemán

El pasado domingo en cónclave del PRI, el dirigente nacional, los legisladores y gobernadores de ese partido acordaron blindar el Presupuesto de la Federación, así como respetar los tiempos electorales, además de prepararse para la guerra sucia que viene en contra de los priístas que buscan cargos de elección popular.

Llama la atención que el PRI está decidido a cumplir los tiempos y los plazos, lo que supone que ninguno de sus precandidatos presidenciales –Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones-, harán proselitismo antes de lo señalado por la ley.

Pero no debe extrañar a nadie ese “legalismo” del PRI, porque la verdad es que las piezas están acomodadas en el interior del partido, así que no están interesados en acelerar el proceso de selección de candidato.

¿Por qué razón?

1.- Porque Enrique Peña Nieto termina su gestión en septiembre, y de septiembre a febrero tiene tiempo suficiente para organizar su campaña, diseñar su estrategia y propuestas y resolver los problemas que existan dentro del partido.

2.- Más que hacer campaña, al mandatario mexiquense le debe preocupar más cuidar su imagen y la popularidad con la que cuenta y que lo mantiene como puntero. También de cuidarse de la guerra sucia que el tricolor prevé hacia sus candidatos.

3.- Más que hacer campaña, Peña Nieto tiene que construir acuerdos con los 19 gobernadores del PRI, además de pactar cómo será el proceso, negociar cuotas, definir resultados y estrategias regionales.

Es por eso que el PRI no tiene prisa. Pero el verdadero problema lo tienen el PAN y el PRD, ya que el tricolor –según una encuesta de Parametría-, si hoy fuera la elección presidencial, ganaría con Enrique Peña Nieto como candidato, incluso frente a una alianza PAN-PRD.

Según la encuesta, el gobernador mexiquense ganaría en todos los escenarios posibles.

En tanto, en el PAN –donde todavía no se vislumbra un candidato con fuerza para competir-, los precandidatos más aventajados son Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota. Aunque si la elección del candidato se llevara a cabo entre panistas, Santiago Creel sería el abanderado de Acción Nacional el próximo año.

Y en el PRD, según Parametría, Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador saldrían empatados en una elección entre público abierto. Pero si la elección se llevará a cabo entre perredistas, AMLO sería el candidato de las izquierdas.

¿Les dará tiempo al PAN y PRD de alcanzar la ventaja que todas las encuestas le dan a Enrique Peña Nieto y el PRI rumbo a 2012?

Una columna de Ricardo Alemán, para La Otra Opinión.


Sobre el autor:

Ricardo Alemán nació en la ciudad de México en 1955 e inició en 1980 su carrera profesional como reportero del diario "A.M." de León Guanajuato. Ha trabajado en los periódicos "Noroeste", de Culiacán Sinaloa; "Ocho Columnas", de Guadalajara; "Unomásuno" y EL UNIVERSAL, de la ciudad de México. Es fundador y accionista del periódico "La Jornada", en donde inició, en 1994, la publicación de su columna "Itinerario Político", que desde 1996 se publica en EL UNIVERSAL. También colabora para el periódico "Vanguardia".

AMLO + Calderón = Peña Nieto


Ricardo Raphael

Las cuerdas que sostienen el asiento del futuro candidato presidencial del PRI las cargan sus adversarios. La popularidad y la preferencia electoral no han sido sólo mérito suyo. Sus oponentes le han ayudado enormidades para colocarle donde está. Sobre todo dos de ellos han dedicado mucho tesón para impulsarle. Se trata de los feroces candidatos del 2006 que tanto tensaron y hasta fracturaron la política mexicana. Me refiero a Andrés Manuel López Obrador y a Felipe Calderón
Hinojosa.

Por su respectiva obsesión hacia el poder y su disposición a hacer y a decir cualquier cosa para obtenerlo, AMLO y Calderón contrastan con la imagen nada rijosa, mucho menos ideológica, de Enrique Peña Nieto. Es una figura atractiva para los mexicanos que se cansaron de tanta veleidad arrojada desde uno y otro extremo.

Felipe Calderón lastimó su honorabilidad cuando hizo campaña a partir de señalar a su oponente como un peligro para México. AMLO, de su lado, mutiló su investidura democrática cuando mandó al diablo las instituciones. Aquella epopeya entre estos dos personajes pareciera hoy muy lejana, pero todavía sirve para explicar por qué una buena parte de la sociedad mexicana perdió confianza con respecto a las oposiciones del PRI.

En 2006 fue cuando PAN y PRD demostraron que pueden ser partidos muy voraces e irresponsables, tanto como los peores gobiernos priístas. Es en este contexto que el tricolor y su gobernante en el Estado de México emergieron como opción atractiva. A diferencia de los contendientes del 2006, la imagen de Peña Nieto aparece bien acicalada, ordenada, triunfadora, sonriente, segura de sí misma. No es sólo que la televisión lance sobre él sus mejores y bien financiados reflectores, ocurre que cuando ésta lo hace captura un mensaje positivo.

Hay quien asegura que detrás de esa imagen no existe contenido. Que Peña Nieto no es un político con densidad, sino un artista perfecto para la época del cine mudo. Falta todavía tiempo para averiguarlo. Ya se valorará el año próximo si tales acusaciones están justificadas.

Pero antes de que esta exposición fatal suceda, AMLO y Calderón van a volver a jugar un papel relevante para fortalecer, o bien debilitar, la candidatura del gobernador mexiquense. Lo harán, no por lo que operen en contra suya, sino por la manera como conjugarán, de nuevo, sus muy agudas ambiciones.

No se necesita de la revelación astrológica para saber que la manera como se resuelvan las candidaturas presidenciales en el PAN y en el PRD terminará influyendo fuertemente hacia la competencia del 2012. Si uno o los dos partidos se equivocan en el procedimiento, el PRI podrá festejar por adelantado.

Con todo, tales procedimientos se miran aún muy accidentados. En el caso de la izquierda porque AMLO dice que no cree que una encuesta sirva para dirimir la candidatura entre él y Marcelo Ebrard, porque ya se atrevió a acusar que la mafia en el poder prefiere al jefe de gobierno como candidato del PRD, y porque la semana pasada confirmó que será candidato para uno (Convergencia), para dos (Convergencia-PT), o para tres partidos (Convergencia- PT-PRD), en los comicios de 2012.

En otras palabras, o Ebrard asume como un hecho consumado que AMLO será el candidato de la izquierda o esa fragmentaria fuerza electoral despegará dejando un ala en cada lado de la pista. De suceder así, en el PRI serán muy felices.

AMLO no es el único que trabaja para la candidatura de Peña. Felipe Calderón abona también en lo que puede a la tarea. Quizá frustrado porque no puede reelegirse, el Presidente no está dispuesto a permitir que en su partido surja un candidato presidencial ajeno a sus afectos.

Anda demasiado activo para cerrarle la puerta a Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel, quienes -según todas las encuestas- están a la cabeza entre los panistas. Con gran probabilidad Calderón usará su mayoría artificiosa en el Consejo Nacional de su partido, primero para evitar las primarias de militantes y adherentes y después para sacar adelante la candidatura de Ernesto Cordero.

Si el secretario de Hacienda fuese a estas alturas el preferido de los votantes panistas, los astros estarían alineados con la voluntad del Presidente. Pero dado que no es así, tal operación va a producir desánimo y división dentro del PAN. En magnitud podría generarse una fractura muy parecida a la que se vivirá dentro de la izquierda.

Dice el adagio popular que nadie sabe realmente para quién trabaja. En este caso el principio no se cumple. De seguir adelante con sus necias decisiones se confirmará que AMLO y Calderón, en toda conciencia, trabajan para el señor Peña Nieto.

Una columna de Ricardo Raphael de la Madrid, para El Universal.


Sobre el autor:


Ricardo Raphael de la Madrid es licenciado en derecho por la UNAM, Maestro en Ciencias Políticas por el Instituto de Estudios Políticos de París, Francia Maestría en Administración Pública por la Escuela Nacional de Administración (ENA) de la República Francesa Estudios Doctorales en Economía Política y Políticas Comparadas por la Escuela para Graduados de Claremont, California, EU Secretario General de Democracia Social, Partido Político Nacional Representante ante el Consejo General del IFE del partido México Posible

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