Programa Voces de la Democracia - TV UNAM - Diciembre 2010 - Tema Voto Electrónico- Participación del Consejero del IEDF Fernando José Díaz Naranjo , Mtro. Rodolfo Romero Flores y Dr. Julio Téllez Valdés
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sábado, 2 de abril de 2011
martes, 29 de marzo de 2011
La encrucijada mexiquense
Alberto Aziz Nassif
Sin duda la importancia estratégica del Estado de México ha centrado todas las miradas y las intenciones políticas. Como nunca antes este territorio se ha construido como la antesala de la sucesión presidencial, porque la clase política calcula que los resultados que se obtengan el próximo 3 de julio serán un buen termómetro para saber cómo viene el 2012. Pero no sólo se trata del mayor padrón electoral, más de 10.5 millones de ciudadanos, el 14% a nivel nacional, sino que ahora tiene al gobernador del PRI mejor posicionado en las encuestas de intención de voto rumbo a la sucesión presidencial. Para la oposición representa un bastión de gran valor estratégico, porque derrotar al PRI sería cambiar las coordenadas de la competencia del 2012. Pero como en cualquier gran batalla hay una encrucijada.
Mientras el PRI ha seguido un destape dentro de las viejas formas del tapado, y milimétricamente ha cuidado que no vaya a darse una ruptura, la oposición, sobre todo el PRD, no ha dejado de mostrar su división interna y sus desacuerdos. El tema más polémico del desacuerdo se da sobre la posible alianza con el PAN. Hay dos grupos completamente polarizados, los que han apoyado las alianzas desde el año pasado, estrategia que le redituó al PRD ganar en Oaxaca, Puebla y Sinaloa y quedar en posición muy competitiva en Durango, y los que están en opuestos de forma radical acualquier alianza con el PAN. Como en los viejos tiempos, el pleito de las izquierdas ha formado dos bloques en un abierto divorcio. Ya duermen en cuartos separados, pero nadie se ha atrevido a irse de la casa. La izquierda perredista está a un tris de partirse en dos, con todas las consecuencias negativas para su futuro inmediato. Para el panismo el caso del Estado de México le resulta menos dramático, porque no está en riesgo la unidad del partido, ni su futuro inmediato. Si va con la alianza se vuelve más competitivo, pero si va solo tampoco pierde mucho porque no tiene una candidatura fuerte.
Para la oposición hay una encrucijada. A principios de enero parecía que se había logrado una candidatura de consenso en torno a Alejandro Encinas, que tiene las mejores credenciales para competir por la gubernatura mexiquense. Sin embargo, el tamaño del adversario, que ahora sabemos que será Eruviel Ávila, ex alcalde de Ecatepec, el municipio más poblado del país, y la maquinaria de Peña Nieto, que tiene el mayor presupuesto gubernamental volcado a la campaña electoral, como lo pudimos ver en el video del Valle de Chalco, llevan a pensar que la única posibilidad de ganarle al PRI sería con una alianza con el PAN. Entre otras cosas, porque ese estado tiene dos bastiones de competencia electoral complementarios: en el norte la pugna es entre PAN y PRI y en el oriente es entre PRD y PRI, por eso una alianza los vuelve muy competitivos. La mejor carta de una alianza es Alejandro Encinas, que ya se registró como precandidato del PRD, pero el problema es que sólo está dispuesto a competir con una coalición con PT y Convergencia, pero no quiere ir con el PAN. ¿Quiere realmente Encinas ser gobernador?
Los argumentos y el razonamiento de los dos lados del conflicto perredista son: los que están a favor de una alianza consideran que la única forma de ganar es ir juntos, que se puede tener una plataforma de consenso en la mayor parte de los temas de gobierno y que un triunfo de la alianza modificaría completamente el escenario del 2012, porque una derrota de Peña Nieto en su propio estado lo debilitaría de forma importante. Los que no quieren la alianza, López Obrador y su grupo, simplemente dicen que no pueden ir con el partido que les robó la presidencia en 2006, que es el partido de un gobierno usurpador, que son sus adversarios y, además, consideran que pueden ganar solitos.
La consulta ciudadana que se realizó el domingo pasado deja un dato interesante: con el 85% de las mesas computadas el resultado por el sí a la alianza es de 76% y los que están en contra quedan en 19%. Este ejercicio fue muy positivo por su carácter ciudadano, por haberse realizado sin violencia, ni incidentes mayores y por haber dado un resultado muy claro. Con estos datos, el PAN y el PRD tendrán que decidir cómo llegarán a la contienda mexiquense. Cuando se tiene una encrucijada por delante, quizá lo mejor es hacer una estrategia de emergencia, es decir, en caso de que no se logré concretar la alianza, quizá la salida sería hacer algo similar a lo que sucedió en Guerrero, pero con un candidato de izquierda: que el panismo le baje el perfil a su candidato y se fortalezca a Encinas. Veremos cómo enfrentan la encrucijada el PAN y el PRD en los próximos días…
Mientras el PRI ha seguido un destape dentro de las viejas formas del tapado, y milimétricamente ha cuidado que no vaya a darse una ruptura, la oposición, sobre todo el PRD, no ha dejado de mostrar su división interna y sus desacuerdos. El tema más polémico del desacuerdo se da sobre la posible alianza con el PAN. Hay dos grupos completamente polarizados, los que han apoyado las alianzas desde el año pasado, estrategia que le redituó al PRD ganar en Oaxaca, Puebla y Sinaloa y quedar en posición muy competitiva en Durango, y los que están en opuestos de forma radical acualquier alianza con el PAN. Como en los viejos tiempos, el pleito de las izquierdas ha formado dos bloques en un abierto divorcio. Ya duermen en cuartos separados, pero nadie se ha atrevido a irse de la casa. La izquierda perredista está a un tris de partirse en dos, con todas las consecuencias negativas para su futuro inmediato. Para el panismo el caso del Estado de México le resulta menos dramático, porque no está en riesgo la unidad del partido, ni su futuro inmediato. Si va con la alianza se vuelve más competitivo, pero si va solo tampoco pierde mucho porque no tiene una candidatura fuerte.
Para la oposición hay una encrucijada. A principios de enero parecía que se había logrado una candidatura de consenso en torno a Alejandro Encinas, que tiene las mejores credenciales para competir por la gubernatura mexiquense. Sin embargo, el tamaño del adversario, que ahora sabemos que será Eruviel Ávila, ex alcalde de Ecatepec, el municipio más poblado del país, y la maquinaria de Peña Nieto, que tiene el mayor presupuesto gubernamental volcado a la campaña electoral, como lo pudimos ver en el video del Valle de Chalco, llevan a pensar que la única posibilidad de ganarle al PRI sería con una alianza con el PAN. Entre otras cosas, porque ese estado tiene dos bastiones de competencia electoral complementarios: en el norte la pugna es entre PAN y PRI y en el oriente es entre PRD y PRI, por eso una alianza los vuelve muy competitivos. La mejor carta de una alianza es Alejandro Encinas, que ya se registró como precandidato del PRD, pero el problema es que sólo está dispuesto a competir con una coalición con PT y Convergencia, pero no quiere ir con el PAN. ¿Quiere realmente Encinas ser gobernador?
Los argumentos y el razonamiento de los dos lados del conflicto perredista son: los que están a favor de una alianza consideran que la única forma de ganar es ir juntos, que se puede tener una plataforma de consenso en la mayor parte de los temas de gobierno y que un triunfo de la alianza modificaría completamente el escenario del 2012, porque una derrota de Peña Nieto en su propio estado lo debilitaría de forma importante. Los que no quieren la alianza, López Obrador y su grupo, simplemente dicen que no pueden ir con el partido que les robó la presidencia en 2006, que es el partido de un gobierno usurpador, que son sus adversarios y, además, consideran que pueden ganar solitos.
La consulta ciudadana que se realizó el domingo pasado deja un dato interesante: con el 85% de las mesas computadas el resultado por el sí a la alianza es de 76% y los que están en contra quedan en 19%. Este ejercicio fue muy positivo por su carácter ciudadano, por haberse realizado sin violencia, ni incidentes mayores y por haber dado un resultado muy claro. Con estos datos, el PAN y el PRD tendrán que decidir cómo llegarán a la contienda mexiquense. Cuando se tiene una encrucijada por delante, quizá lo mejor es hacer una estrategia de emergencia, es decir, en caso de que no se logré concretar la alianza, quizá la salida sería hacer algo similar a lo que sucedió en Guerrero, pero con un candidato de izquierda: que el panismo le baje el perfil a su candidato y se fortalezca a Encinas. Veremos cómo enfrentan la encrucijada el PAN y el PRD en los próximos días…
Artículo de Alberto Aziz Nassif para El Universal
Texto integro… http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/52189.html
Breve reseña del autor:
Alberto Aziz Nassif , profesor e investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS). Ha escrito libros y numerosos artículos de investigación. También ha sido docente en universidades mexicanas y conferencista en diversas instituciones extranjeras, como la Sorbona de París, la UNESCO, la Universidad de California en San Diego y el Instituto Ortega y Gasset en Madrid.
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Alianza y farsa
Lo cierto es que en el fondo asistimos a uno de los espectáculos más grotescos y escandalosos de la vulgar lucha del poder por el poder.
Ricardo Alemán
Hoy el tema es la alianza que pactaron el PAN y el PRD y que aprobaron sus militancias en el Estado de México. También es tema que esa alianza es impugnada por Andrés Manuel López Obrador y por Alejandro Encinas, el mejor posicionado de los aspirantes de los partidos de la llamada izquierda.
Pero más allá de posturas antagónicas de impulsores de la alianza e impugnadores de la misma, lo cierto es que en el fondo asistimos a uno de los espectáculos más grotescos y escandalosos de la vulgar lucha del poder por el poder. ¿Por qué? Porque, en los hechos, somos testigos de una gran farsa en donde los actores centrales, los farsantes, creen que los ciudadanos padecen retraso mental.
Por eso, y para documentar la primera parte de la farsa, recurriremos a una estampa memoriosa poco conocida, que no tiene desperdicio, que cerrará la boca a los farsantes y —por si hiciera falta— que los retrata de cuerpo completo.
Resulta que la primera gran alianza opositora de todos contra el PRI —y eran todos contra el PRI— se produjo en la segunda mitad de 1999 en el estado de Coahuila, en donde se aliaron para “derrotar al PRI” los partidos PAN, PRD, PT, PVEM, Convergencia y el Partido de Centro Democrático. El PRI iba solo en esa elección que fue, en la historia del país, la primera alianza de todos contra el tricolor.
¿Y adivinen quiénes eran los presidentes del PRD y del PAN? En efecto, a los amarillos los presidía Andrés Manuel López Obrador y a los azules Luis Felipe Bravo Mena. ¿Y qué creen que pactaron? Caminar juntos, de la mano, a pesar de sus antagonismos, para derrotar al PRI. Pero además, por el PT, avaló la alianza Alberto Anaya; por el Partido Verde, el papá del Niño Verde; por Convergencia, Dante Delgado y, por el Partido de Centro Democrático, nada menos que Manuel Camacho. ¿Qué tal?
Y claro, en esa fecha a ninguno de los jefes partidistas les dio “asquito” juntarse con sus desiguales. Más aún, en las negociaciones entre azules y amarillos —entre Luis Felipe Bravo Mena y Rosendo Villareal, con Andrés Manuel López Obrador— nadie se escandalizó por el batidillo ideológico de la alianza, y menos se rasgaron las vestiduras por los diferendos ideológicos. Y, para ratificar la congruencia, basta decir que López Obrador fue el más entusiasta promotor de esa alianza con el PAN.
La elección en Coahuila se llevó a cabo el 26 de septiembre de 1999 y el candidato de la “alianza contra natura” fue el panista Juan Antonio García Villa, quien se enfrentó al priista Enrique Martínez y Martínez. ¿Pero, qué creen? Por increíble que resulte, el jefe de la campaña de Martínez y Martínez fue nada menos que Humberto Moreira, eficaz operador político que, seis años después, se convirtió en gobernador y, seis más, presidente nacional del PRI.
Ese 26 de septiembre de 1999, el PRI aplastó a la alianza PRD, PAN, PT, PVEM, Convergencia y PCD, al llevarse 61.2% de los votos, contra 34.7% de los aliancistas. Lo curioso del caso es que 12 años después todos se vuelven a encontrar, pero en el Estado de México, donde gobierna Enrique Peña Nieto, al que todos quieren derrotar, tumbar del caballo de la sucesión y vencer en julio de 2011 y julio de 2012.
Pero resulta que el jefe de campaña de Peña Nieto —y de la campaña para renovar el gobierno estatal— es nada menos que Enrique Martínez y Martínez, ex gobernador de Coahuila, delegado del PRI al Estado de México, impulsor de Humberto Moreira y, por si existen dudas de su eficacia como operador político, principal impulsor de la candidatura de Eruviel Ávila.
Así, en julio de 2011, se enfrentarán en el Estado de México los mismos políticos de PRI, PAN, PRD, PT, Convergencia y PVEM que ya se vieron las caras en Coahuila, en septiembre de 1999. La diferencia es que los otrora aliados azules y amarillos, hoy se escandalizan por sus incestuosos amoríos políticos, cuando hace 12 años retozaron sin pudor en la misma cama. ¿Asistimos o no a una gran farsa?
Pero más allá de posturas antagónicas de impulsores de la alianza e impugnadores de la misma, lo cierto es que en el fondo asistimos a uno de los espectáculos más grotescos y escandalosos de la vulgar lucha del poder por el poder. ¿Por qué? Porque, en los hechos, somos testigos de una gran farsa en donde los actores centrales, los farsantes, creen que los ciudadanos padecen retraso mental.
Por eso, y para documentar la primera parte de la farsa, recurriremos a una estampa memoriosa poco conocida, que no tiene desperdicio, que cerrará la boca a los farsantes y —por si hiciera falta— que los retrata de cuerpo completo.
Resulta que la primera gran alianza opositora de todos contra el PRI —y eran todos contra el PRI— se produjo en la segunda mitad de 1999 en el estado de Coahuila, en donde se aliaron para “derrotar al PRI” los partidos PAN, PRD, PT, PVEM, Convergencia y el Partido de Centro Democrático. El PRI iba solo en esa elección que fue, en la historia del país, la primera alianza de todos contra el tricolor.
¿Y adivinen quiénes eran los presidentes del PRD y del PAN? En efecto, a los amarillos los presidía Andrés Manuel López Obrador y a los azules Luis Felipe Bravo Mena. ¿Y qué creen que pactaron? Caminar juntos, de la mano, a pesar de sus antagonismos, para derrotar al PRI. Pero además, por el PT, avaló la alianza Alberto Anaya; por el Partido Verde, el papá del Niño Verde; por Convergencia, Dante Delgado y, por el Partido de Centro Democrático, nada menos que Manuel Camacho. ¿Qué tal?
Y claro, en esa fecha a ninguno de los jefes partidistas les dio “asquito” juntarse con sus desiguales. Más aún, en las negociaciones entre azules y amarillos —entre Luis Felipe Bravo Mena y Rosendo Villareal, con Andrés Manuel López Obrador— nadie se escandalizó por el batidillo ideológico de la alianza, y menos se rasgaron las vestiduras por los diferendos ideológicos. Y, para ratificar la congruencia, basta decir que López Obrador fue el más entusiasta promotor de esa alianza con el PAN.
La elección en Coahuila se llevó a cabo el 26 de septiembre de 1999 y el candidato de la “alianza contra natura” fue el panista Juan Antonio García Villa, quien se enfrentó al priista Enrique Martínez y Martínez. ¿Pero, qué creen? Por increíble que resulte, el jefe de la campaña de Martínez y Martínez fue nada menos que Humberto Moreira, eficaz operador político que, seis años después, se convirtió en gobernador y, seis más, presidente nacional del PRI.
Ese 26 de septiembre de 1999, el PRI aplastó a la alianza PRD, PAN, PT, PVEM, Convergencia y PCD, al llevarse 61.2% de los votos, contra 34.7% de los aliancistas. Lo curioso del caso es que 12 años después todos se vuelven a encontrar, pero en el Estado de México, donde gobierna Enrique Peña Nieto, al que todos quieren derrotar, tumbar del caballo de la sucesión y vencer en julio de 2011 y julio de 2012.
Pero resulta que el jefe de campaña de Peña Nieto —y de la campaña para renovar el gobierno estatal— es nada menos que Enrique Martínez y Martínez, ex gobernador de Coahuila, delegado del PRI al Estado de México, impulsor de Humberto Moreira y, por si existen dudas de su eficacia como operador político, principal impulsor de la candidatura de Eruviel Ávila.
Así, en julio de 2011, se enfrentarán en el Estado de México los mismos políticos de PRI, PAN, PRD, PT, Convergencia y PVEM que ya se vieron las caras en Coahuila, en septiembre de 1999. La diferencia es que los otrora aliados azules y amarillos, hoy se escandalizan por sus incestuosos amoríos políticos, cuando hace 12 años retozaron sin pudor en la misma cama. ¿Asistimos o no a una gran farsa?
Y la segunda parte de la farsa es aun más vergonzosa. Se sabe que PAN, PRD, PT y Convergencia negocian una alianza de facto en el Estado de México, en donde el PAN colocaría un candidato títere, pero llamaría a votar por el del PRD, PT y Convergencia, que se llama Alejandro Encinas. ¿Así, o más escandalosa la farsa? Al tiempo.
EN EL CAMINO
Por cierto, para revivir al PRI en el Distrito Federal, en cualquier momento aparecerá como jefe del partido nada menos que Isidro Pastor, otro eficaz operador, enviado del Estado de México.
Articulo de Ricardo Alemán para Excélsior
Texto integro http://excelsior.com.mx/index.php?m=nota&id_nota=721611
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