En México recién llegamos a la construcción
de una democracia con tintes muy particulares, y como resulta evidente, tarde a
la cita.
Se dice una de las primeras pinceladas de
democracia que se cernieron sobre México fue en 1988 con la coalición de grupos
“progresistas” a fin de abanderar la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano y hacer firme contra parte al sistema priísta y su candidato Carlos
Salinas de Gortarí, entonces joven y flamante Secretario de Programación
y Presupuestos. No sin
resaltar en este rubro la inclusión de la mujer al derecho a votar, los
diputados de partido, entre otros antecedentes.
Sin embrago este solo fue el proemio a la
alternancia política al frente del ejecutivo federal, cuestión que más bien
está enfocada a la repartición de los dineros y cuotas de poder, que a la
consolidación de aquel sistema democrático enmarcado en lo mas profundo del
artículo 3ro de la Constitución.
Y henos aquí 2012, a solo unos días de que a
través de las urnas sean renovados el Ejecutivo Federal, las Cámaras del
Congreso de la Unión y autoridades locales en algunas entidades de la
República, momento en que millones de ciudadanos se encuentran en una fase
hiperceptiva, atentos y aun indecisos, como quien ya no cree en todo lo que le
cuentan y dicen, mirando a los políticos (todos) con poca confianza y mucho
recelo.
La decisión que deberán tomar los ciudadanos
que asistirán a sufragar el primer domingo de julio, en definitiva no es fácil
y los políticos lo saben bien.
Pues cómo decidirse por alguien, por un
proyecto, por una visión de las cosas, cuando en su mayoría, en general todos
ofrecen lo mismo; desarrollo social, estabilidad económica, empleo, seguridad,
todos parecieran los portadores de un gran y casi interminable paquete de
bondades para el ciudadano ahora convertido sufragante.
La decisión se complica aun más cuando ésta
la deben tomar personas que generacionalmente han sido menospreciados por ese
mismo sistema político, carentes de una instrucción necesaria para entender el
fondo de la problemática que los aqueja, inmersos en una inercia que su entorno
muchas veces clientelar les impone (sindicatos, organizaciones populares,
agrupaciones civiles, etc), así como la propia apatía que la falta de
incentivos claros, fija en las nuevas generaciones.
Es aquí cuando la GENERACIÓN de opiniones y escenarios, forma parte fundamental en la
toma de decisiones a la hora de ir a votar.
Encuestadoras, medios de comunicación, redes
sociales, lideres de opinión y hasta comediantes, toman un papel muy activo en
este proceso de GENERACIÓN de
opiniones y escenarios, estamos en lo que podemos considerar como la cúspide de
la era de la información.
Ahora bien, principalmente en las democracias
consolidadas como las anglosajonas, una herramienta que tradicionalmente (no
así en México) ha servido para contrastar este mercado de ideas, proyectos y
propuestas ha sido la técnica del debate, entendiendo a esta como la técnica de
comunicación oral, que consiste en la discusión de opiniones antagónicas sobre
un tema o problema.
La principal referencia de debates públicos
entre aspirantes a cargos de elección popular, sin lugar a dudas fue aquel
mítico encuentro entre los aspirantes a la presidencia de los Estados Unidos de
Norteamérica, el demócrata John Fitgerald Kennedy y el
republicano Richard Milhous Nixon.
Dicho evento fue la primera vez que candidatos norteamericanos se
enfrentaban entre sí ante millones de personas, a través de las pantallas de televisión, unos 77
millones de estadounidenses vieron el debate en directo, alrededor del 60% de la población adulta. También
para algunos autores, dicho evento marcó el inicio del marketing político, en
que la imagen comenzó a desplazar al fondo de las palabras.
Habría que precisar que en Estados Unidos, la
celebración de debates políticos entre candidatos, se remonta a la fundación
misma de la nación del norte, en contraste México se encuentra en pañales al
respecto, pues como lo señalé al inicio de la redacción de estas líneas,
llegamos tarde y llegamos mal.
Acostumbrados (por la fuerza y por tradición)
a un sistema hegemónico y cupular en que por cientos de años, lo que menos
preocupaba a los aspirantes era convencer a la mayoría, sino convencer a quien
o quienes se encontraban en verdaderas condiciones de decidir el camino del
país. En la actualidad y desde hace poco más de 20 años, México entró en una
nueva dinámica en que las decisiones que influyen en el quehacer político y
económico, se han dispersado en gran medida, es decir hay un mayor numero de
personas a quien convencer.
Ya inmersos en esta nueva dinámica, fue el
12 de mayo de 1994 cuando por primera vez en la historia política de México,
las principales fuerzas políticas a través de sus candidatos a la Presidencia
de la República sostuvieron un debate trasmitido por televisión en cadena
nacional, siendo este un evento sin precedentes ya que fue la primera vez que
un candidato (a cualquier cargo) oficialista, se veía en la necesidad de
debatir sus ideas, proyectos y propuestas frente a la enajenada sociedad
mexicana, ya adicta entonces a la televisión.
En la legislación electoral, por
cuanto a la elección de presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se encuentra
establecida la formal realización de dos debates bajo la organización y
criterios que para ello establezca el Instituto Federal Electoral.
Es en este punto quisiera hacer
énfasis en dos partes fundamentales del tema, la forma y el fondo.
Me refiero al fondo, señalando a
este como la parte sustancial del debate, es decir a la confrontación y
contraste de ideas, proyectos y propuestas por parte de los participantes en él.
Un debate en que sus participantes no enfrentan ni defienden sus posturas,
resulta en un escaparate más, similar a los spots pautados durante la
programación en radio y televisión. Así mismo, un debate en que las alusiones
personales, descalificaciones y agresiones se vuelven el eje de discusión, se
torna tan infértil como a la falda de contraste de posturas.
Me refiero a la forma, cuando la
atención del espectador, así como la de los actores capaces y encargados de la GENERACIÓN
de opiniones y escenarios, se centra únicamente en la capacidad de
histriónica de los participantes en el debate, la manera en que son vestidos
para el momento, así como kinésica demostrada. Expresiones que poco o nada
aportan al desarrollo del debate, convirtiendo a los participantes, lo mismo en
actores de televisión que en monos de circo.
Será este domingo cuando los
aspirantes a la Presidencia, participen en el primer débete organizado por el
IFE, bajo un formato que ha sido criticado por muchos, puesto que no propicia
la confrontación y defensa de posturas, dejando la posibilidad de que una vez más
el debate pase a ser un escenario para la recitación de diálogos mil veces
memorizados o de descalificación, generando escenas que semejen a aquel
programa peruano llamado “Laura en América”.
Me refiero a la legislación electoral
y también señalo que ésta no limita en modo alguno la organización de espacios
de debate, lo que debería ser tomada como una verdadera oportunidad para que se
realicen los espacios que resulten necesarios, propiciando con ello, un debate
amplio y robusto sobre los temas que en verdad interesan en involucran a la
sociedad en todos los ámbitos. Creer e impulsar lo contrario, que solo hay que
cernirse a los dos debates que se postulan por el COFIPE, resulta en una seria
regresión, un anhelo a aquellos tiempos en que las mayorías no tenían la
posibilidad material de decidir el destino de sus vidas.
Este domingo Josefina Vázquez
Mota, Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri de la
Torre (en orden de aparición de sus partidos políticos) tienen la oportunidad
de mirar a los ojos a millones de ciudadanos, ahora convertidos en votantes, no
solo para sonreírles, sino para exponer de manera clara y precisa, sus ideas y
propuestas en materia de desarrollo
social, estabilidad económica, empleo, seguridad, entre otras más, así como
contrastar y de defender sus posturas ante los demás candidatos.
Pronóstico:
Me resumiré a decir que quien
llega con mayores debilidades al debate es Enrique Peña Nieto, puesto que
además de que ha demostrado tener considerables debilidades para exponer sus
ideas, así como de improvisar ente escenarios que le son adversos, se enfrenta
en primer lugar contra Andrés Manuel López Obrador, quien es un político con
una enorme capacidad discursiva, forjada en la vieja escuela (del PRI). Por parte de Josefina Vázquez Mota, tiene a
su favor el manejo de foros y la improvisación, recordemos que antes de entrar
a las grandes ligas de la política, ella se ganaba el pan (literalmente) como
conferencista profesional. Por lo que hace a Gabriel Quadri de la Torre, es también
autor y conferencista reconocido en materia ambiental, así como al ir en tercer
lugar y por mucho último en las encuestas, poco o nada puede perder si
arriesga.
Nota: La presente columna de
opinión decidí escribirla a unas horas de llevarse acabo el debate, puesto que
me quiero evitar ser influido por los bochornosos “iba vestido se tal forma,
parpadeó de más y significa esto, se le olvido aquello, el peinado no le
favorecía…”. Quizá ni siquiera vea el debate por televisión y analice alguna
versión estenográfica que sin duda surgirá al respecto.
Roberto Nava Flores