Ezra Shabot
La idea de que únicamente una alianza panista-perredista con un candidato de enorme arrastre, aunque proceda del PRI, puede derrotar el aparato tricolor, se consolidó como realidad a partir de las elecciones del pasado 3 de julio. Si bien es cierto que esto es válido para elecciones estatales, y no necesariamente para la presidencial, la apabullante victoria priísta basada en su imponente aparato electoral, ha puesto en estado de máxima alerta a las dirigencias nacionales del PAN y el PRD ante la posibilidad de que este fenómeno se repita en el 2012.
A estas alturas, todavía se ve imposible la concreción de una alianza entre la izquierda y la derecha para enfrentar al PRI el próximo año. Sin embargo, la amenaza tricolor creció de manera descomunal, al grado de que incluso dentro de las filas priístas hay quienes consideran que “se les pasó la mano” en la movilización partidaria. Además, el triunfo de Peña Nieto también removió las estructuras dentro de su propio partido, de tal forma que las afirmaciones de Moreira en el sentido de reintegrar a Elba Esther Gordillo al PRI, fueron rechazadas de inmediato por el grupo de senadores encabezado por Manlio Fabio Beltrones, en lo que aparece como el principio de una difícil negociación para conseguir una candidatura de unidad en este partido.
En el PRD, el primer paso para definir estrategias aliancistas a futuro está en consolidar la candidatura de Marcelo Ebrard y evitar la ruptura con AMLO, lo que se antoja imposible. En todo caso queda claro que Ebrard es la única ficha con la que cuenta el partido para presentar una alternativa competitiva, lo otro, la rendición ante López Obrador, sería regresar a la marginalidad política. Si finalmente Marcelo consigue su objetivo, y los panistas impulsan un candidato o candidata con un perfil ganador, el juego de las encuestas iniciales previas a las campañas será determinante para el futuro inmediato de una posible coalición antipriísta a nivel nacional.
Un Peña Nieto que comience con un margen de ventaja mayor al 30% ante su más cercano competidor, será un catalizador de la idea de un “Frente Amplio panista-perredista” que pueda evitar el retorno del PRI al poder. Además, esta eventual alianza estaría también esperanzada en apoyarse en las fisuras priístas derivadas de los grupos excluidos del proyecto peñista. La referencia es clara, estamos hablando de un Manlio Fabio Beltrones que abiertamente ha cuestionado la “cargada” y el “tapadismo” que el aparato electoral de Peña Nieto ha desatado como consecuencia de la euforia triunfadora mexiquense.
Si la inercia priísta no es contenida por los propios liderazgos del partido, el choque entre los dos precandidatos puede repetir un escenario similar al del 2006, donde los “antimadracistas” colaboraron de una u otra forma en el cerrado triunfo panista. Es cierto que en este caso, la alta posibilidad de triunfo en la figura de Peña Nieto reduce sustancialmente los riesgos de ruptura, pero si el aparato partidario inicia el proceso de aplastar y excluir a los sectores ligados a Manlio, los desprendimientos comenzarán a producirse. Y es que el PRI carece de una estructura institucional capaz de procesar democráticamente disputas internas.
Y es una vez más en la posible escisión priísta, abierta o encubierta, donde se centran las posibilidades de una alianza amplia cuyo objetivo principal sería evitar el retorno del PRI de Peña Nieto al poder. En esta opción hoy todavía difícil de imaginar, es donde personajes de distinto signo como Marcelo Ebrard, Josefina Vázquez Mota y el propio Manlio Fabio Beltrones empiezan a pensar en un Frente Amplio capaz de vencer a la maquinaria priísta que en este momento sigue festejando sus triunfos estatales, confiando en la popularidad de un candidato que no ha comenzado a recibir los golpes bajos de la campaña presidencial. La apuesta del Frente Amplio es hoy lejana, pero no imposible.
Una columna de Ezra Shabot Askenazi, para El Universal.
Texto integro: http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/53810.html
Sobre el Autor:
Ezra Shabot Askenazi es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública, estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, obteniendo el título de Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública.
Analista político y catedrático universitario con 22 años de trayectoria en la Universidad Nacional Autónoma de México, editorialista del periódico Reforma y colaborador de la revista Ejecutivos de Finanzas, publicada por el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, así como de la revista Poder y Negocios. También escribió sobre asuntos del Medio Oriente en el periódico El Nacional.
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