jueves, 28 de abril de 2011

Manotazo de Peña Nieto

Ricardo Alemán

Para un mexicano interesado en ser Presidente las candidaturas presidenciales independientes podrían ser su perdición. ¿Por qué?

Como es público, en las próximas horas el Pleno del Senado de la República aprobará un paquete de reformas electorales que, entre otros aspectos, autoriza la reelección de legisladores, permite la iniciativa popular y, sobre todo, da luz verde a candidatos presidenciales independientes para 2012.

Está claro que se trata de reformas constitucionales novedosas, sobre todo porque devuelven a los ciudadanos derechos y libertades básicas, y porque a cambio otorga el derecho de veto presidencial al Presupuesto, y deja en manos del Congreso el control de órganos reguladores, como la Cofetel, la Cofeco y la CRE.

Sin embargo, la buena nueva que significa que el Senado apruebe esas reformas seguramente se convertirá en vergonzosa desilusión una vez que la minuta aprobada por los senadores pase a la Cámara de Diputados para que, a su vez, los representantes populares revisen, cambien y/o aprueben la misma reforma. ¿Por qué podría terminar en vergonzosa desilusión? Por un pequeño detalle.

Porque si bien para la mayoría de mexicanos la reforma pudiera parecer una saludable decisión de los senadores, y hasta un retroceso de la partidocracia, para un mexicano interesado en ser Presidente esa reforma podría ser su perdición. ¿Por qué? Vamos por partes.

¿Quién es ese mexicano para el que sería veneno puro la reforma que legaliza, entre muchas otras cosas, las candidaturas presidenciales independientes para la contienda de 2012?

Todos lo conocen: se llama Enrique Peña Nieto, gobernador mexiquense y más aventajado de los potenciales aspirantes presidenciales de todos los partidos. En realidad es el puntero y seguro candidato presidencial del PRI. ¿Y eso qué? ¿Cómo le perjudica a Peña la reforma política que exitosamente impulsó el senador Manlio Fabio Beltrones?

Pues nada, que para las aspiraciones presidenciales de Peña Nieto sería veneno puro una o más candidaturas presidenciales independientes. ¿Por qué? Porque un candidato independiente, sin el lastre de un partido político, con el empaque social suficiente, el respaldo de la academia, la intelectualidad y la empresa, podría tumbar sin gran dificultad, no sólo a Peña Nieto, sino a cualquiera de los candidatos de otros partidos; sea Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard o Santiago Creel.

¿Cuántos mexicanos, sean militantes partidistas o no, se enamorarían fácilmente de un candidato independiente, alejado de esas groseras y autoritarias estructuras de partido, surgido de la sociedad civil, sin el seño de esos fracasos en que se han convertido el PAN, el PRD y el PRI?

El fenómeno de un candidato independiente podría dar un vuelco dramático a la contienda presidencial de 2012, al extremo de dejar fuera de ella nada menos que a los partidos y a sus candidatos. Eso, claro, si se alinean un candidato independiente carismático y una sociedad al borde del hartazgo de los partidos políticos, de su clase política y de los gobernantes surgidos del tricolor, el amarillo, el azul, o las groseras empresas familiares que son la chiquillería. Por eso la pregunta fundamental.

¿Por qué el PAN, el PRI y el PRD aprobaron una reforma que abre la puerta a los candidatos presidenciales independientes, si es tan peligrosa para sus candidatos ya enlistados? Precisamente ahí está el truco: porque es una reforma con dedicatoria especial para Enrique Peña Nieto.

Es decir, que no sólo van contra Peña Nieto las bancadas del PAN y el PRD en el Senado, sino también la del PRI. Se confirma que estamos ante la moderna versión del “Todos Unidos Contra Peña”. Pero caprichosos como son los juegos del poder, resulta que Peña Nieto no está manco ni cojo y menos tullido. Y autoritario como suele ser, de un manotazo congelará la reforma en la Cámara de Diputados. ¿Por qué? Porque, si no lo saben, Peña tiene el control del PRI en San Lázaro. Y, claro, porque en política los milagros no existen. Al tiempo.

Columna de Ricardo Alemán, para Excélsior.


Sobre el autor:

Ricardo Alemán es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Es analista especializado en asuntos políticos.

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