Ricardo Alemán
Algo poco claro —que no sabemos los mortales— parece estar ocurriendo entre la caballada presidencial del PAN. Y es que luego de que Santiago Creel insistió en que estaba listo para suceder a Felipe Calderón, una mano negra movió el tablero azul y parece haber tirado algunas piezas.
Por eso, y de manera impensable, de “los diez” presidenciables que orondo anunció el nuevo jefe del PAN, Gustavo Madero, resulta que “ya nomás le quedan nueve, nueve, nueve…” ¿Cuál de los diez ya no está en la lista? ¿Por qué fue tirado apenas en el arrancadero?
En realidad es un misterio, para los ciudadanos de a pie, la razón por la que el presidenciable que aparecía como el número uno, Ernesto Cordero —titular de Hacienda—, el mejor amigo del Presidente, y al que todos señalaban como “el delfín”, de plano se bajó del caballo, se dio la vuelta y dijo “no, no y no”, cuando le preguntaron y repreguntaron si quería ser candidato presidencial. Claro, nunca explicó si era una decisión temporal, de esas que cambian con el clima, la temperatura o las estaciones del año.
¿Por qué el desgano repentino de Cordero para convertirse en Presidente, cuando la de ser el “mandamás” en México es una ambición desmedida y casi generalizada? ¿Por qué el que parecía ser el agraciado por la casa presidencial, “el delfín” de Los Pinos, ahora resulta que no quiere, que no le interesa y que no trabaja ni por la candidatura y, menos, por la silla grande? Claro, es lo que le dijo a Carlos Puig, en W Radio.
Lo cierto es que abundan los indicios de que habrían cambiado las señales en la casa presidencial y que los azules se la van a jugar con un candidato de mayor fuerza mediática, discursiva y con una mayor popularidad. ¿Eso quiere decir que el presidente Calderón le dijo a Cordero que no era el bueno? Eso nunca lo sabremos.
En realidad sólo el tiempo dirá si Ernesto Cordero decía la verdad —cuando aseguró que no quería ser ni candidato ni Presidente— o si intentó tomar el pelo a los ciudadanos para ganar tiempo en sus aspiraciones presidenciales. Por lo pronto, y de confirmarse que Cordero se descarta como presidenciable, resulta que ya nomás le quedan nueve precandidatos al PAN. Pero eso no es todo.
Es evidente que se producen reacomodos intramuros del PAN y en la casa presidencial, con miras a la selección del candidato para 2012. ¿Y cuáles son esas evidencias? Pues resulta que apenas el domingo pasado reportamos que la víspera, el sábado, la diputada Josefina Vázquez Mota celebró su cumpleaños 50, con una encerrona de fuerte contenido político-electoral. Y, claro, fue evidente que buena parte de la crema y nata azul acompañó a la jefa de los diputados de Acción Nacional.
Pero lo más significativo del evento se produjo cuando, además de la diputada Vázquez Mota —de suyo es una fuerte aspirante azul a 2012—, también pasaron lista otros tres presidenciables: Ernesto Cordero, Alonso Lujambio y Javier Lozano. ¿Qué hacían cuatro presidenciales en un evento convocado por la única mujer precandidata presidencial? Que nadie venga con la monserga de que sólo se trató de un evento social. Está claro que se construyó el escenario para enviar un potente mensaje político, con un fuerte tufo sucesorio.
Por eso, en el Itinerario Político del domingo planteamos la hipótesis de que se gestaba el nacimiento de un poderoso grupo político electoral de presidenciables panistas, al que en esa misma reunión algunos bautizaron como El Grupo de los Cuatro. Dijimos que no era descabellado asistir al nacimiento de una alianza de presidenciables, en donde los aliados apoyarían en bloque sus respectivas aspiraciones y, llegado el momento, todos sumarían fuerzas en torno al más aventajado.
Y tiene sentido el escenario de una alianza de precandidatos, sobre todo porque una baraja con diez es una invitación a la guerra civil y porque la suma de las partes produce un resultado geométrico, más que aritmético. Es decir, que el llamado Grupo de los Cuatro se convertiría en el más potente grupo en la sucesión azul. Y si Cordero dice la verdad, y ya declinó, es una pieza de apoyo.
Pero de los nueve, pronto sólo podrían quedar “ocho, ocho, ocho…” ¿Por qué? Porque crece la bola de nieve de que Josefina Vázquez Mota sería sacrificada en Toluca. Y, mientras tanto, Gustavo Madero pidió a los diez “que se definan”, elegante manera de cortar cabezas. Al tiempo.
EN EL CAMINO
Ahora resulta que siempre sí, en Oaxaca hay radicales infiltrados. De risa. ¿O no?
Columna de Ricardo Alemán para Excélsior
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