Ezra Shabot
Para una buena parte de la izquierda perredista, la figura de Marcelo Ebrard se perfila como una apuesta coherente y viable para la elección del 2012. La más reciente encuesta de EL UNIVERSAL lo sitúa en una posición ascendente, tanto en el reconocimiento que tiene por parte de los capitalinos, como en la visión que se tiene de él rumbo a la carrera presidencial. La jugada maestra de Ebrard dentro del PRD fue haber sostenido su liderazgo político a partir de las alianzas con otros partidos incluyendo el PAN. El triunfo de Ángel Heladio Aguirre Rivero en Guerrero fue la pieza fundamental que hacía de las alianzas el mecanismo idóneo para vencer al PRI y fortalecer la figura de Marcelo.
Ebrard mantuvo siempre la posición de que no sería él quien generara la ruptura con López Obrador, sino que confiaba en que su ejercicio de gobierno y el apoyo obtenido por parte de Nueva Izquierda, aunado a su patrocinio a los distintos proyectos aliancistas, le permitiría convencer a López Obrador de que su candidatura presidencial era más viable que la del tabasqueño. Sin embargo, la lectura que Marcelo ha hecho de López Obrador parece tener un error de fondo. AMLO no está dispuesto a negociar su candidatura rumbo al 2012 bajo ningún argumento racional. Es él y su circunstancia, y el resto del mundo se puede ir al diablo.
En esta lógica antirrupturista de Ebrard, se presentó el proceso sucesorio dentro del PRD. Marcelo contaba con la fuerza suficiente para aliarse con Los Chuchos y obtener la presidencia y secretaría general del partido. Sin embargo, en esta postura incluyente, el grupo marcelista optó una vez más por mantener el equilibrio catastrófico dentro del partido, asignando la presidencia a Zambrano y la secretaría general a Padierna. A partir de ese momento, Ebrard perdió el control del proceso de selección de candidato a la Presidencia de la República, y López Obrador se adueñó de una u otra forma de una buena parte del partido.
Tan fue así, que la propuesta de consulta a la ciudadanía en el Estado de México se vino por la borda desde el momento en que a pesar del sí masivo a la alianza, Encinas optó por lanzar su candidatura junto con PT y Convergencia, descartando al PAN. Lo que antes de la elección interna del PRD parecía una fuerza contundente en favor de la unión izquierda-derecha, terminó por convertirse en el discurso de la izquierda unida sin los panistas, lo que representa a todas luces la victoria de López Obrador sobre Marcelo Ebrard. Los marcelistas perdieron el poder y perdieron el partido.
El pasado miércoles, Ebrard realizó lo que se puede definir como la reafirmación de su intentona por ser candidato a través de un mitin en donde demostró la fuerza que aún mantiene. Marcelo intenta evitar a toda costa la ruptura con López Obrador hasta el momento de la definición de la candidatura presidencial perredista, y si para ello tiene que aceptar la cancelación de la alianza en el Estado de México, parece estar dispuesto a pagar ese precio. Su cálculo hoy parece equivocado, en el entendido de que López Obrador será candidato de PT y Convergencia, y con ello jalará al sector perredista que le es fiel. La idea de que AMLO acepte a Ebrard como candidato de las izquierdas se ve hoy imposible.
Además, algo que le queda claro a Marcelo y que López Obrador jamás considera, es el hecho de que una elección se gana sólo cuando se consigue aglutinar, en torno al candidato, un proyecto que aunque definido como de izquierda, incorpora gran parte del planteamiento centrista de las clases medias quienes hoy son determinantes en un eventual triunfo electoral. Ebrard se encuentra hoy en la disyuntiva de representar ese proyecto de centro-izquierda que podría tener posibilidades reales de competencia, o sumarse a la idea de AMLO de pelear por 16% del voto, y desde ahí construir la candidatura para el 2018. Marcelo tiene hoy la última palabra.
Columna de Ezra Shabot para El Universal
Texto integro http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/52263.html
Breve reseña del autor:
Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública, Ezra Shabot Askenazi estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, obteniendo el título de Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública.
Analista político y catedrático universitario con 22 años de trayectoria en la Universidad Nacional Autónoma de México, editorialista del periódico Reforma y colaborador de la revista Ejecutivos de Finanzas, publicada por el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas, así como de la revista Poder y Negocios. También escribió sobre asuntos del Medio Oriente en el periódico El Nacional.
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