Silvia Gómez Tagle
Desde la primera mitad del siglo pasado, se consolidó una burocracia al frente de los grandes sindicatos y de las centrales obreras con el apoyo del gobierno federal y de los gobernadores de muchos estados. El sentido profundo de esa alianza política entre el PRI y el sindicalismo charro se sustentó en la comunidad de intereses, por un lado los sindicatos eran proveedores de votos para el partido y se encargaban de “contener las demandas de los trabajadores” con el fin de facilitar un modelo de desarrollo que privilegió la acumulación y la desigualdad. Y por el otro, el gobierno garantizó a los líderes “la titularidad de los contratos” de las empresas para que no hubiera otro sindicato que compitiera por la representación de los trabajadores; y al interior de los sindicatos las autoridades laborales convalidaron métodos profundamente antidemocráticos, tanto para la toma de decisiones, como para la administración de las “cuotas sindicales” y la elección de los dirigentes.
El círculo perverso que ha llevado a la desnaturalización de los sindicatos en México se cerró por el hecho de que los trabajadores y los patrones dependen de “tribunales especiales” carentes de autonomía, como son las juntas de conciliación y arbitraje, dejando tanto a unos como a otros, indefensos frente al contubernio existente entre poder político y poder sindical.
Por eso la lucha de la izquierda no ha sido sólo por demandas salariales, sino además por demandas de democracia y autonomía sindicales; son incontables los movimientos que han surgido desde los años cincuenta en contra de los “charros sindicales”; y al mismo tiempo han tenido una connotación política porque los líderes de los trabajadores, han sido también militantes del PRI.
Hacia fines del siglo XX las organizaciones obreras perdieron importancia, sobre todo por los cambios en la estructura productiva y laboral. El outsourcing o subcontratación se ha generalizado aun en las empresas como Pemex, las maquiladoras, el crecimiento del empleo informal, por lo cual los sindicatos, charros o independientes, cada vez representan una porción menor de trabajadores. Sin embargo, la alianza laboral con el PRI se mantuvo firme hasta el 2000, lo que no fue obstáculo para que la mayoría es esto líderes, con una visión pragmática, negociaran con Vicente Fox cuando llegó a la presidencia.
Sobre todo en la elección de 2006 el apoyo que dieron varias organizaciones sindicales a Felipe Calderón, fue importante para que éste llegar a la Presidencia (No ocurrió lo mismo en 2012 con Josefina Vázquez Mota).
Tan fuerte ha sido la estabilidad de esa burocracia sindical que muchos de sus herederos directos están hoy en la Cámara de Diputados o en el Senado de la República como “representantes populares” resultado de las elecciones del pasado 1 de julio. Hoy, como antaño, estos líderes han renovado su alianza con el PRI, por lo que representan un obstáculo para la renovación del partido, tanto como para las promesas de campaña de Enrique Peña Nieto, pero no tienen ya una fuerza tan importante en el control de la fuerza de trabajo, por lo que su poder real se encuentra disminuido. Esta es la razón por la cual Calderón pudo plantear medidas que atentan contra los cotos de poder de los charros, coincidiendo con una demanda histórica de la izquierda. A pesar de que el éxito de esta iniciativa de reforma laboral es dudoso, en caso de que el Senado se vuelva a introducir el tema de la democracia sindical, porque al regresar a la Cámara de Diputados puede encontrar nuevos obstáculos y acabar en el congelador, lo que sí ha logrado Calderón es mostrar la cara conservadora del PRI al poner en evidencia la fuerza de su alianza con el charrismo de más pura estirpe.
Por eso la lucha de la izquierda no ha sido sólo por demandas salariales, sino además por demandas de democracia y autonomía sindicales; son incontables los movimientos que han surgido desde los años cincuenta en contra de los “charros sindicales”; y al mismo tiempo han tenido una connotación política porque los líderes de los trabajadores, han sido también militantes del PRI.
Hacia fines del siglo XX las organizaciones obreras perdieron importancia, sobre todo por los cambios en la estructura productiva y laboral. El outsourcing o subcontratación se ha generalizado aun en las empresas como Pemex, las maquiladoras, el crecimiento del empleo informal, por lo cual los sindicatos, charros o independientes, cada vez representan una porción menor de trabajadores. Sin embargo, la alianza laboral con el PRI se mantuvo firme hasta el 2000, lo que no fue obstáculo para que la mayoría es esto líderes, con una visión pragmática, negociaran con Vicente Fox cuando llegó a la presidencia.
Sobre todo en la elección de 2006 el apoyo que dieron varias organizaciones sindicales a Felipe Calderón, fue importante para que éste llegar a la Presidencia (No ocurrió lo mismo en 2012 con Josefina Vázquez Mota).
Tan fuerte ha sido la estabilidad de esa burocracia sindical que muchos de sus herederos directos están hoy en la Cámara de Diputados o en el Senado de la República como “representantes populares” resultado de las elecciones del pasado 1 de julio. Hoy, como antaño, estos líderes han renovado su alianza con el PRI, por lo que representan un obstáculo para la renovación del partido, tanto como para las promesas de campaña de Enrique Peña Nieto, pero no tienen ya una fuerza tan importante en el control de la fuerza de trabajo, por lo que su poder real se encuentra disminuido. Esta es la razón por la cual Calderón pudo plantear medidas que atentan contra los cotos de poder de los charros, coincidiendo con una demanda histórica de la izquierda. A pesar de que el éxito de esta iniciativa de reforma laboral es dudoso, en caso de que el Senado se vuelva a introducir el tema de la democracia sindical, porque al regresar a la Cámara de Diputados puede encontrar nuevos obstáculos y acabar en el congelador, lo que sí ha logrado Calderón es mostrar la cara conservadora del PRI al poner en evidencia la fuerza de su alianza con el charrismo de más pura estirpe.
Columna de la Dra. Silvia Gómez Tagle, para El Universal
Sobre la autora:
Doctora en antropología, por el Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social (CIESAS). Profesora-investigadora del
Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México e Investigadora
Nacional del SIN nivel III. Directora de la Revista Nueva Antropología.
Especialista en el estudio de procesos políticos, y transición a la
democracia en México y América Latina y análisis electoral desde una
perspectiva geográfica. Autora de diversos libros y artículos, el más
reciente, Lo que ven otros ojos: Las elecciones en México 1988-2006, en
edición electrónica por el TEPJF.